Prácticas del lenguaje
7mo Grado
ACTIVIDAD Nº17
Historias de fantasmas, espantos y
aparecidos.
¡A
despertar fantasmas!
Despertadores
Suena
el espantoso despertador, lo odio… Lo golpeo con el puño, pero el silencio dura
solamente cinco minutos. El desgraciado vuelve
a sonar una y otra vez. No lo aguanto. Lo arrojo contra el placar y escucho
ahora el sonido de los vidrios rotos. Aun así, no se calla. Suena, suena, me
taladra la paciencia. Me levanto, lo tomo entre mis manos y, cuando vuelve a
chillar, le saco las pilas.
Me
acuesto a dormir. A los cinco minutos, el teléfono.
Me
tapo los oídos con la almohada, pero insiste.
—¡Hola!
—¿Hablo con Martín Abalo?
—Sí, la escucho.
—Soy la nueva secretaria del profesor Oscar
Bermudez. Usted tenía una reunión hoy
a las 9:00 hs.
—¿No era el miércoles?
—Hoy es miércoles señor. Y son las 11:00 hs.
—Es… Es… ¿Podemos recombinar?
—Dice el profesor que venga urgente y que
traiga su despertador: lo va a necesitar para el
experimento.
—Pero… ¿Qué experimento? Si todavía no tuve la
entrevista de trabajo.
—Dice el profesor que ya está contratado. Y
digo yo que fue el único postulante al
puesto.
Corro
a lavarme la cara. Me miro al espejo y sonrío. Mi primer trabajo en un
laboratorio. Nunca pensé que lo iba a conseguir tan rápido y sin entrevista. No
tengo idea de quién es ese profesor; supongo que es alguien importante, que
investiga vacunas para enfermedades incurables, o alimentos del futuro o
cualquier otro descubrimiento que cambiará la historia de la humanidad. Y yo,
su asistente, seré también importante y los periodistas del mundo me harán
reportajes y hasta, posiblemente escriba el libro “LO QUE NADUIE SABE DEL
DOCTOR BERMUDEZ “ por Martín Abalo.
Salgo y cuando estoy llegando a la parada
del colectivo recibo un sms: “Soy la secretaria del doctor Oscar Bermudez, no
se olvide el despertador”.
Me
lo olvidé. Corro las tres cuadras hasta casa, casi no respiro. Encuentro al
despertador sin vidrio. Le coloco las pilas y nuevamente lo escucho chillar.
En
el colectivo suena cada cinco minutos. La gente me mira mal: la chica que hace
globos con el chicle, el hombre que se corta las uñas en el asiento de atrás,
el colectivero que frena con hipo. Creo que lo voy a rifar.
Llego
a la dirección indicada: una casa vieja que parece abandonada. No encuentro el
timbre. Suena mi despertador y, de repente, la puerta se abre sola. Camino por
un pasillo oscuro y esquivo algunas ratas. El corazón me late fuerte, me
tiemblan las piernas. Estoy por dar la vuelta cuando escucho la voz de la
secretaria.
—Siga derecho hacia la puerta del fondo.
Le
hago caso. La puerta se abre y sale a recibirme un anciano bajito y muy flaco.
—Soy el profesor Oscar Bermudez —dice ahora con
la voz de la secretaria.
Al
ver mi expresión de susto, tose varias veces.
—Me presento nuevamente —dice ahora, con voz de
anciano—. Yo soy la secretaria con la que habló antes, así todo parece más formal.
De joven fui imitador, me presenté
en algunos espectáculos, pero cuando empecé con los
inventos dejé esa profesión.
Soy el profesor Oscar Bermudez. ¿Trajo su despertador?
Asiento;
no me salen palabras.
—Le voy a pagar lo que usted quiera, pero, por
favor, no se vaya. Necesito ayuda en el laboratorio. Mi nuevo descubrimiento revolucionará
la vida y la muerte.
Me
duele el estómago, pero no me animo a moverme.
Suena
mi despertador.
—Bien —dice Bermudez—, trajo su despertador. Ya
compré todos los que tenían en stock las relojerías del barrio y según mis
cálculos faltaría uno solo para hacer realidad mi nuevo invento. Venga que le
muestro.
Me
lleva hacia otra habitación. Enciende la luz. Sobre una camilla hay un cadáver.
Las paredes cubiertas de estanterías, llenas de despertadores.
—Disculpe
—digo—. Mejor me voy.
—Espere a ver si resulta mi invento y luego
decidirá si me va a ayudar. Le pido nuevamente el despertador.
Se
lo entrego.
—Está roto, pero funciona —explico y salgo de
la habitación.
—Insisto, no se vaya. Si quiere mire desde afuera.
Voy a insertar el último de los chips
que hará red con el resto de los despertadores.
Si mis cálculos son correctos… sonarán en cinco, cuatro, tres, dos… uno:…
¡Ahora!
Suenan
a coro uno tras otro hasta llegar a mi despertador. El cadáver abre un ojo,
luego el otro, mueve las manos, las piernas y
se sienta sobre la camilla.
—¡Sí, sí, resultó! —grita el profesor y da un
salto atlético de alegría.
—Yo pensé que el señor estaba muerto, que
alivio que no era así —digo.
—Estaba muerto y lo acabamos de despertar. Esta
red de despertadores puede despertar a los muertos. Pero, según mis cálculos, solo
pueden estar despiertos por veinticuatro horas, luego vuelven a morir.
Siento
que me sube mucho calor por el cuerpo y casi me desmayo, pero el cadáver me
ataja para que no caiga.
Salgo
corriendo, mis piernas van a una velocidad que nunca antes habían alcanzado,
mis brazos y pecho tiemblan sin ritmo. No miro el semáforo, no miro la calle,
solo corro. Una camioneta me atropella.
Suena
el espantoso despertador, lo odio… Lo golpeo con el puño, pero el silencio dura
solamente cinco minutos. El desgraciado vuelve a sonar una y otra vez. No lo
aguanto.
Abro
un ojo, luego el otro, muevo las manos, las piernas y me siento sobre la camilla
del laboratorio del profesor Oscar Bermudez.
Desde
ese día soy su asistente. Él me despierta con su red de despertadores cada veinticuatro
horas y juntos despertamos para darles
un día más de vida.
Autora: kirzner,
Mariana.
El
siguiente cuestionario tiene 5 puntos, solo hay que elegir tres y responder.
1. ¿Por
qué motivo Martín Abalo va a la casa del profesor?
2. ¿Por
qué el profesor está obsesionado en comprar todos los relojes despertadores del
barrio?
3. ¿Para
qué necesita el profesor Oscar Bermudez a Martín Abalo?
4.
Releé la parte del cuento en la que se describe la casa del profesor.
“Llegó a la dirección indicada: una casa
vieja que parece abandonada. No encuentro el timbre. Suena mi despertador y, de
repente, la puerta se abre sola. Camino por un pasillo oscuro y esquivo algunas
ratas. El corazón me late fuerte, me tiemblan las piernas (…)”
¿La descripción da “pistas” de lo que sucede
adentro de la casa?
¿qué palabras o frases te hicieron pensar en
historias de miedo? Anotalas.
5. Creés
que “Despertadores” es un cuento de miedo? ¿por qué?
Esto es todo, ¡Un abrazo gigante y fuerzas que
ya falta poco para las vacaciones!
Marcela y Marianela.